Parecen recién salidos del más sórdido arrabal de Buenos Aires (tan solo hay que ver las portadas de sus discos), pero la fuerza que trasmiten sus historias (a menudo más susurradas que cantadas) nos trasladan a paisajes llenos de personajes pintorescos, de Iguanas y monedas, de soledades y amores perros.
Cuidado con ellos, o te acabarán enganchando.
Para muestra, un botón. Imagina esta canción contada (que no cantada) por una voz aguardentosa y profunda:
Los años de joda de Aníbal - Frank´s wild years by Tom Waits. Adaptación: Acho Estol)
Aníbal se instaló en Colegiales y colgó sus años de joda de un clavo que atravesó en la frente de sus esposa.
Vendía muebles usados de oficina sobre Juan B. Justo y accedió a un crédito de 30.000 dólares al 15,4 % anual para un coqueto dos ambientes.
Su mujer era una azafata veterana en decadencia, hacía buenos Daikiris mantenía la boca cerrada casi todo el tiempo y tenía un chihuahua llamado Johnatan que sufría una especie de sarna y era totalmente ciego.
Tenían una moderna cocina, horno autolimpiante, toda la bola.
Anibal manejaba un Duna 92. Eran tan felices.
Una noche Aníbal volvía del trabajo y paró en la YPF. Cargó cuatro litros de nafta en un bidón y un tubo de fernet que se tomó en el coche.
Fue a su casa empapó todo bien y le prendió fuego. Estacionó en frente cagándose de risa mirándola arder, rojo Independiente y naranja Sai Baba. Después Aníbal puso una FM hitera y agarró la Panamericana rumbo al norte. Nunca había aguantado a ese perro.
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