Los ancianos, esas personas que saben que les queda muy poco tiempo, son capaces sin embargo, de convertir un acto tan sencillo como pelar y comerse una fruta en una demostración palpable de que "el tiempo" es un valor que va por su cuenta.
Es como si no les importara. Para nosotros, el resto de los mortales enredados en la madeja de las prisas, el "perder el tiempo" es uno de los mayores pecados que se pueden cometer. Da igual matar a otro, atropellarlo o pegarle dos tiros, mientras eso no nos consuma el poco tiempo del cual disponemos. Deberíamos tomar nota y aprender de los ancianos (otra cosa que nuestro estilo de vida nos ha hecho olvidar). Quizá sea esta, la última manzana que se pela y se come. No sabe si se podrá pelar la de la cena, pero la de la comida la saborea a una velocidad muy distinta, despacio, paladeando cada trocito y disfrutando de la experiencia, que no por repetida deja de ser agradable.
Esa sensación me ha permitido darme cuenta de lo equivocados que estamos corriendo siempre para llegar nunca a ninguna parte.
El tiempo es eterno, somos nosotros estúpidos humanos los que nos damos cuenta de ello y queremos correr detras de él sin darnos cuenta de que nunca le daremos alcance, porque todo nuestro tiempo va siempre con nosotros, a nuestro lado y por lo tanto nunca lo podemos perder, ni alcanzar.
"Tienes a la muerte a tu izquierda, a la distancia exacta de tu brazo extendido, y siempre esta allí, esperando. Hasta que llegue tu hora". Dijo D. Juan
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