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domingo, 24 de octubre de 2010

Viaje al reino de Nunca Jamás.

No tengo muchas oportunidades de viajar a la Capital. Al año puede que vaya dos o tres veces, como máximo. Pero la semana pasada estuve allí. El asunto era de trabajo, pero me llevó menos tiempo del que creía. así que me fuí a investigar. Llevaba dos objetivos: pasear y mirar.
Te juro que tenía los ojos abiertos R., después de leer tu aventura en el tren, no podía dejar de pensar en porque no podía pasarme algo parecido a mí. Y como en la Capital hay muchas más gente y además anónima, creía que habrían más posibilidades de encontrar a mi perfecta desconocida.

No esperaba nada, de verdad. No era una expedición de caza. Tan solo una mirada, una sonrisa y como mucho, un apartarse el pelo de la cara, mientras baja la cabeza sonriendo, para apearse en la próxima estación y volverse justo cuando el vagón pasara por su lado (como en los anuncios). Una tontería. Un sueño, una vaga ilusión.
Al fin y al cabo, estoy convencido de que (en general) los chicos solo somos eternos aprendices de Hombres. Somos como Peter Pan buscando/huyendo eternamente de su(s) campanilla y sus responsabilidades. Eso buscaba, un sueño.

Bueno, al menos me hizo un día precioso. Tuve bastantes oportunidades: T1>Ifema>Opera y luego Sol>T1, fueron varios trayectos en Metro, más las calles atestadas de turistas, la Plaza Mayor y alrededores...muchas gente.
Siempre me llama la atención el hecho de que todos, en la gran ciudad, parece que sepan a donde van y además tienen el gesto serio y concentrado de estar haciendo algo tremendamente importante. Parecen enfadados con todos y con todo.

No encontré sonrisas, ni ojos brillantes. Tan solo un cansancio tan sólido, que parecía arrastrarse por los andenes de unas estaciones atestadas. Como si el cocodrilo del Capitán Garfio, tuviera en los túneles del Metro su guarida y se supiera el rey en ese reino subterráneo.

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