La verdad es que el viernes por la noche fue muy divertido, hacía tiempo que no salíamos toda la pandilla, hasta Susana se apuntó. Ella que es tan tímida. A todos nos apetecía ver ese concierto de Zenet, y como Pablo y José se encargaron de sacar las entradas para todos, tan solo tuvimos que quedar en la Bodega de la esquina para cenar...y corriendo a l concierto. No me imaginaba que la cola fuera tan ordenada en este país, ni tan larga. Cuando conseguimos entrar la sala estaba bastante llena, con lo que nos tuvimos que conformar con un rincón al final de la barra, lejos del escenario, pero El Loco no es un club grande, y se oía y veía bastante bien.
Ya habíamos bebido un poco en la cena, pero es que estos gamberros, cuando se ponen, se ponen. Pablo, Juan y Sonia andaban de Tequila en Tequila. Susana y yo más bien con cerveza y Toni y Marta (muy juntitos los dos) bebían un poco de todo. Así aprovechamos la previsible horita de plantón, para hacer gasto. Puntuales, como un reloj, los músicos salieron a la tercera salva de pitidos.
El concierto estuvo bien, dentro de la línea prevista: para incondicionales. Y, a pesar de que la sala no era la más adecuada, el Sr. Zenet demostró tener muuuchas tablas y superó con nota la situación. Canción tras canción, el ambiente se fue caldeando, y tras las primeras del segundo disco, Zenet cogió la muleta con la mano izquierda y se pasó a terrenos mucho más conocidos por el respetable, que se lo agradeció coreando sus "éxitos" de Los Mares de China. Al final de la barra se había creado un Micro-clima especial, tan solo estábamos nosotros y otra pareja. Ella pegada a la barra, casi sin moverse. El se entretenía haciendo pajaritas de papel, lo cual me resultó curioso. Casi no hablaban entre ellos, síntoma de que o estaban aburridos, enfadados o casados. O de las tres cosas a la vez. Para mí, que él había insistido en salir a ver el concierto (coreaba las canciones, se las sabía) y ella había accedido a acompañarlo, quizá como un mal menor.
De repente aparecieron unos "canapés" como decían Pablo y José: unos bocadillos que surgieron de la nada para aliviar nuestros estómagos rellenitos de alcohol. Muy buena idea. Y en estas, mientras hablaba con Toni, (al cual había conseguido separar unos centímetros de Marta ya que la vi un poco agobiadilla), sobre nuestro próximo viaje a Berlín, vino la sorpresa: el chico del final de la barra se giró al escucharnos hablar sobre la Berlinale, y le dijo algo a Toni. Este me presentó y empezamos a hablar de la ciudad.
Resultó que la conocía bastante bien, y entre bromas y tonterías Toni le pidió el número de teléfono. El se lo dio y, como en un clásico del cine, hemos quedado (todos los que tenemos previsto estar en la Berlinale) el próximo Jueves 9 de Febrero a las 8 de la tarde en la puerta de la Bombonería que hay antes de entrar al Centro Comercial Arcade, a las puertas del Palais donde se proyectan las películas del festival.
Me gustó su desparpajo para proponer la cita: "Yo tengo que estar allí. Viaje de trabajo", me dijo. Es extraña la forma que tiene la vida a veces de proponerte las aventuras más curiosas.
Cuando acabó el concierto, ellos dos se fueron, nosotros todavía aguantamos un poco más. Al salir de la sala, pasó por detrás mío y me despedí llamándolo por su nombre. No creo que él recuerde el mío ni la cita que tenemos, pero me gustó su sonrisa: parecía sincera...quién sabe?...
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