Menuda y aseada, cada mañana sube en la primera estación, a la
misma hora, cargada con una caja. Se sienta en su sitio y abre el cofre
de sus tesoros.
Dentro, ordenados, están los libros que presta a los viajeros.
Bibliotecaria jubilada, cada uno lleva un marca páginas donde está el
nombre del lector actual o uno verde que indica que está libre. Es costumbre que el viajero coja cada día el libro que está leyendo y
al terminar, lo deje en la caja con una pequeña muestra de
agradecimiento entre sus páginas y una sonrisa para ella.
Imagen vía: desdelmeupuntdevista.blogspot.com
Microcuento presentado al VII certamen de relatos breves de Renfe Cercanías de Madrid.
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