No hace falta hablar. Estas sentada en el suelo, y te frotas la
rodilla que está sangrando. Te acabas de caer por el terraplén y cuando
te tiendo la mano para ayudar a que te levantes me miras extrañada.
¿Pero tu de que vas? Me dice tu mirada. Pasas de mi y me toca quitar la mano tendida para dejar de tener pinta de payaso.
12 años, mas o menos. Rubia, pelo corto y con ojos vivos. Un palillo
con patas y cara de pocos amigos. Nunca te he visto con vestido, ni con
faldas. Pantalones cortos como mucho y unas botas eternas en los pies. La he visto enfrentarte a chicos mayores que tu, caer y volver a
levantarte intentando salvar a un perro que había caído en sus manos y
aullaba bajo una lluvia de piedras.Un dia casi llego a cogerte cuando te
caías de la rama mas alta del árbol, pero conseguiste agarrarte al
tronco en el ultimo momento.
Ahora has caído por un terraplén de 3 metros, y aquí estas. Sentada
en el suelo y creo que mas dolida en el orgullo que en los huesos,
simplemente porque te he visto caer. Pero yo solo te quiero ayudar.
Somos de la misma edad, vecinos y vamos al mismo colegio, pero por
alguna extraña ley de la fisica de partículas, soy invisible para tu
visión.
Pero hoy no quiero serlo, así que simplemente, me siento delante de ti, a esperar.
-Que quieres - me preguntas con cara de pocos amigos.
+Ayudarte. ¿Te has hecho daño? - contesto, bajito.
-Déjame
en paz y metete en tus asuntos. No me he hecho nada -mientes, y
mientras te anudas un pañuelo a la rodilla, que no para de sangrar.
Yo te observo y te dejo hacer. Se que no vas tardar...
Exacto.
Al intentar levantarte, la rodilla herida es incapaz de sostenerte y
te vas de morros hacia el suelo. Consigo sujetarte en el ultimo momento.
Tu mirada refleja miedo y sorpresa. Te has lastimado, esta vez, de
verdad... No lo entiendes.
+Anda, dejame que te acompañe a casa - te sugiero
-Que me dejes en paz te he dicho -contestas rehusando mi mano, rabiosa.
+Mira,
puedes hacer dos cosas, dejarme que te acompañe, en silencio si
quieres, yo tampoco soy muy hablador. O puedes quedarte aquí sola
lamentándote hasta que te canses. Tu decides.
Dos minutos te has tomado, con el ceño fruncido pensando y valorando
tus posibilidades hasta que has extendido una mano sin hablar. La cabeza
baja y los labios fruncidos, rindiendo tu orgullo frente a la herida de
tu rodilla que no paraba de sangrar. Cojo mi mochila, te sujeto la mano y estiro despacio. Media hora
cojeando a paso de caracol despues, al llegar a tu casa y llamar al
timbre, entre los gritos de tu madre y las collejas de tu padre, te has
girado un momento antes de que la puerta se cerrara y me has sonreído.
Esa noche las estrellas brillaban mas fuerte, o eso me parece a mi...
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