Me he levantado muy temprano para preparar el desayuno. En silencio
trasteo por la cocina poniendo en marcha el café, la tostadora; sacando
la leche, los cereales... Me gusta la casa en esos instantes,
silenciosa y tranquila, cuando todavía la quietud de la noche le gana la
partida a los ruidos del día.
Cuando el café esta preparado, me pongo la primera taza y voy hacia
la habitación con ella en la mano, pero me paro al llegar a la puerta, a
mirarte como te despiertas despacio, mientras el día amanece y el sol
ilumina poco a poco la ventana.
Extiendes tu brazo buscando el calor que mi cuerpo ha dejado al otro
lado de la cama, veo como acaricias las sabanas. Quizá, con suerte,
pueda pillarte abrazada a mi almohada, oliéndola, para luego
desperezarte sin pudor. No sabes que te estoy mirando y solo te das
cuenta de ello al girarte, justo antes de levantarte. Me miras y me
guiñas un ojo.
Y allí estoy yo, apoyado en la puerta con una sonrisa pintada en el
rostro y la taza de café que me quitas para dar un sorbo, al pasar
camino del baño. Descalza, hermosa y radiante, con las chispas de mi
deseo prendidas en tu pelo alborotado, te dejo pasar. Y tu lo haces muy
despacio, porque sabes perfectamente que te estoy mirando el culo
mientras te alejas andando.
Foto Vía : La dolce Vita
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