Permitirme que me presente: yo soy la chica que pone todos los días
las calles, llueva o nieve, amaneciendo aún sin salir el sol, todos los
días a las 5:30 Rita abre puntualmente el bar.
Levanto antes la
persiana de lo que consigo quitarme mis legañas, aunque, ahora que lo
pienso, de tanto repetir los mismos gestos todas las mañanas, casi los
podría hacer con los ojos cerrados: hay que apagar la alarma, recoger
los periódicos de la reja, conectar las luces, encender la plancha...
-Todos los sistema encendidos y funcionando - me digo a mi misma
interpretando un papel estelar - nivel de potencía correcta capitán. La
nave Enterprise esta lista para despegar hacia las estrellas una vez
MAHHHHHSSSSSAINNSS¡... (léase un grito desgarrador que rompe la paz de
la madrugada)
La sonrisa que esa pequeña broma inventada en la soledad de los días recién amanecidos, haciendo como qué las luces y los pilotos de los distintos
aparatos que voy encendiendo forman parte del equipamiento de la famosa
nave espacial, se me ha helado en la cara de repente...
-No. No puede ser. ¡Catástrofe!. Muerte y destrucción . Tragedia
Griega... La cafetera ... las luces de control... están todas...
APAGADAS !Horror¡ - me digo. Me grito mas bien, a mi misma, sola como
estoy aún en el bar, mientras miro a mi alrededor buscando consuelo y
luego a la cafetera con una expresión, mezcla de incredulidad y terror,
pintada en la cara.
Ya que de los muchos y variados problemas que pueden surgir en el día
a día de un bar, el que se estropee la cafetera es uno de los mas
grave, terribles y desastrosos que pueden suceder. Si no va la
tostadora, está la plancha. ¿Se estropea el termo de leche? Caliento con
el microondas. ¿Que el exprimidor no funciona? se hace el zumo a mano o
se saca un botellín... ¿pero la cafetera? ¿Como se sustituye una
cafetera? ¡Eso es, sencillamente, imposible!
La cafetera es la reina del lugar. De hecho casi siempre ocupa su
lugar en el centro del escenario: es la contrabarra. Grande, luminosa,
incapaz de ser discreta, una vedette sabedora de su poder sobre sus
numerosos súbditos: los amantes del café. Ya no se concibe un Bar, a los que también se les llama cafeterías
por algo, sin la rotunda presencia de una señora maquina de hacer café.
Con más o menos brazos, diferentes tamaños, luces, moderneces o las de
aspecto clásico... pero siempre allí. Reinando por derecho propio desde
el centro de su pequeño universo cafetero.
Flanqueada por sus fieles
tropas, a un lado los molinillos: normal y Desca, por lo menos siempre
suelen ser dos. Al otro el termo de leche y los platos, siempre hay que
tener cerca la leche condensada, las cucharas y los azucarillos o la
sacarina. Y que me dicen del cajón de los posos. Esa enorme boca negra
que traga con todo lo que ya ha sido usado, la materia prima, para hacer
el café. No es posible sobrevivir sin la cafetera, a un día de actividad
normal. ¿Que hará Emilio, el encargado de la Obra, que es siempre de los
más madrugadores? ¿Que haré cuando me pida su cortado descafeinado de
maquina, largo de leche... Ponerle delante esa primera taza, cuando la
maquina está ya preparada, con la temperatura y la presión correctas, es
como el pistoletazo de salida a una nueva jornada. Se lo toma él antes
de que me prepare el mio. Me he quedado helada, paralizada, sin saber que hacer. No hay ninguna
nota en en tablón, donde mis compañeros de la tarde/noche me dejan las
incidencias o faltas que hayan podido encontrar... no sé que hacer...
De repente escucho un vehículo que se acerca y que frena delante de la persiana, aún medio bajada, del bar.
-Que
raro -pienso- aún es muy temprano para que vengan los proveedores. El
primero es el panadero y viene andando desde la calle de al lado...
-Pam, pan - dos golpes secos suenan en la persiana.
-Rita. ¿Estás ahí? - me pregunta una voz masculina. Soy Andrés, el técnico de la Cafetera.
-Ahhhhh!!! - otro grito desgarrado, y el pobre Andrés se debe de
haber pensado que me pasaba algo malo, porque ha levantado la persiana
de golpe...
-¿Pero que te pasa chiquilla? -me pregunta con cara de susto entrando en el Bar.
-Nada, nada Andrés, es alegría de verte - le contesto mientras me cuelgo de su cuello dándole un abrazo.
-Es que veras... - empiezo a contarle...
-Ya lo sé. ¡No va la cafetera! - me contesta, dejándome con la boca abierta, a mitad de la explicación.
-Verás -me dice mientras delicadamente, me cierra la boca empujando
mi mandíbula hacia arriba - ayer por la noche llamé a tu compañero y le
dije que la apagara del todo porque hoy, a primera hora os traería el
nuevo modelo que nos ha llegado de Italia. Parece ser que intento
dejarte el recado en el contestador y te envió un mensaje para que no te
asustaras si hoy al abrir, la encontrabas apagada. Como no le contestaste a ningún mensaje, me volvió a llamar a mi, y yo le aseguré
que, a primerísima hora, estaría aquí.
-Pero si mi teléfono está - y mientras le digo eso, rebusco en el
bolso, para encontrar al fin un cadáver de móvil - ...sin batería!
-No
pasa nada - me contesta Andrés, caminando hacia la puerta. En diez
minutos está esto arreglado. Ve bajando las sillas que yo me ocupo de
todo.
En diez minutos, ayudado por otro amigo que estaba en la furgoneta,
los chicos han cambiado las cafeteras y me han dejado un surtido de
promoción de sus mejores cafés.
Mientras estaba atendiendo a las instrucciones de Andrés, tan cerca
los dos en esa contra barra tan estrecha, me he podido dar cuenta de que
me gusta su olor. Está fuerte el chico y las veces que nos hemos
tropezado, me ha dejado un poco más de lo normal la mano apoyada en mi
cadera. Visto, de cerca, este chico me gusta...
Al terminar sus explicaciones, justo antes de que se marchara y se
cruzara con Emilio en la puerta, he salido a despedirlo. reconozco que
me he acercado adrede, un poco mas de lo normal para darle un beso en la
mejilla y decirle que esta noche, trabajo en el Pub de mi amiga Toni y
que si quiere pasarse, está invitado a una copa... y a lo que surja. Me ha encantado ver la carita de susto que se le ha quedado.
Decididamente, esta noche toca la minifalda y las botas de caza...
Andrés no sabe quien es Rita... por ahora.
Parada en la acera, miro hacia donde sale el sol y veo que sus
primeros rayos empiezan a iluminar el callejón del Aire. Respiro hondo,
sonriendo, mientras por detrás Emilio, tan renegón como de costumbre ya
está recriminándome que no tiene su café delante.
-Calla pesado - le repico- si tu supieras lo que me ha pasado de buena mañana.
-¿Cafetera nueva, eh? -me contesta- a ver si hace tan buen café como la otra...
Mientras le escucho protestar, ya he puesto moa molinillos en marcha y mi móvil a cargar.
Justo
a tiempo. Cuatro estudiantes tempraneros entran por la puerta. La
mañana será larga, pero voy sonriendo porque, a lo mejor, la noche lo es
más. Seguramente hoy tendré que tomar un poco más de café...
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