. Esperanza. Suena el despertador y todavía con los ojos cerrados, lo apago de un manotazo. Intento abrir un ojo y veo la luz de los primeros rayos del sol, asomando insolentes por debajo de la persiana de nuestra habitación. Sé que tu estas en la penumbra, al otro lado de la cama. No necesito verte, siento tu tibieza después de toda la noche bajo las sábanas, oigo tu respiración. Y vuelvo a preguntarme si vale la pena intentarlo de nuevo. Hace ya mucho tiempo, que dejé de perseguirte por la cama. Sin embargo, aún recuerdo cuando aquellas primeras caricias del día, tímidas y somnolientas, te acercaban a mí. Pero los dos sabemos que desde hace ya mucho tiempo, esas mismas manos, esas mismas caricias, en vez de acercarnos solo consiguen que te vayas muy lejos. Repaso nuestro día juntos y solo puedo contar, entre trabajos y obligaciones, unas pocas horas en las que estamos juntos. Quizás tan solo dos o tres. Las cuales además hemos de compartir con muchas otras actividades. Cuando no es una cosa es otra, pero la realidad es que nunca tenemos tiempo el uno para el otro. ¿Cuánto tiempo estamos realmente juntos?. ¿Consideras tú como tal, el tiempo que tardas en desfallecer en el sofá, cayendo en los brazos de morfeo, mientras yo solo "estoy" a tu lado?. ¿Crees realmente, que eso es "estar juntos"?. No te reprocho nada, yo también dimito de vez en cuando. Pero todavia (y, a veces me pregunto por/para qué) intento conservar la llama de la esperanza, e intento acercarme a ti. No niego que mis intentos, puedan parecerte torpes, pero por lo menos lo intento. Me muevo despacio, me pego a tu espalda y huelo tu pelo, mis manos empiezan de nuevo a aprenderse tu piel. Pero la respuesta es otra vez la misma. Tu me das la espalda, y te levantas. Dolor, decepción, ira, y el regusto amargo de otro fracaso. Vuelvo mis ojos hacia la claridad que se cuela por la ventana, y me pregunto si de verdad vale la pena seguir intentándolo. Quien sabe, quizás algún día , dejes que mis manos te hagan volar.