Seguimos

lunes, 6 de junio de 2011

Bonito escote.

La primavera es lo que tiene, se supone que ya empieza a hacer calorcito, pero por la mañana no viene mal una rebeca finita, por si acaso.

Lo cierto es que fue una casualidad, que después de conocernos desde hace tanto tiempo y de tener tantos amigos comunes, este año que no coincidimos tan a menudo al dejar a los niños en el colegio, te viera cuando te marchabas y al llamarte levantaste la vista del suelo y me saludaste de lejos alzando la mano y me esperaste delante del semáforo. Últimamente cada vez que te veía eran unos segundos y no parecías estar pasando por una buena época. Y digo casualidad, porque hacia unos días que alguien me habló de ti, por eso quería hablar contigo, para comentarte lo de esa nueva conocida común.

Al llegar a tu lado me esperabas con los brazos cruzados y la cabeza ladeada, un poco sorprendida de que te hubiese hecho esperar. Al comentarte el porque, asentiste y empezamos a hablar sobre esa persona. comentamos tres trivialidades cuando mi mirada de una manera creo que descarada se paró en tu escote.

Ciertamente ese día llevabas un escote espectacular. Creo que sin querer, pero el hecho de llevar los brazos apretados por el frio que hacía en la calle y la anchura de la abertura de esa camiseta, unido quizá a una nueva pieza de ropa interior, puso ante mis ojos una visión que, a esa temprana hora de la mañana, consiguió ponerme nervioso y hacerme callar. Cosa difícil. Ya no somos niños y tu media sonrisa al ver como te miraba me hizo sonreír a mi también. En ese momento tu apretaste un poco más los brazos y yo volví a bajar mi mirada hacia tu escote. Pasee despacio la mirada, fijándome en las arrugitas que se producen entre los pechos, signos inequívocos de la edad, pero que no restaban ni un ápice a su elegancia ni a mi deseo. Tu no dejabas de sonreír y el mundo, por un instante se había detenido al lado de ese semáforo. En silencio.

Bonita peca, acerté a decir. Señalando con los ojos una pequeña mancha marrón que observé en la parte inferior de un pecho. Tu risa me hizo levantar la vista y vi que tus ojos brillaban. Por un instante te vi sonreír feliz. En ese momento, una amiga común nos sorprendió parados al lado del semáforo. Nos puso la mano en el hombro, a los dos, y nos dijo: -Hola, que hacéis aquí parados? Venga, vamos a tomar un café!, nos propuso. Yo me acerque y le dí dos besos, disimulando mi rubor. Tu te disculpaste: -Tengo que irme, llego tarde. Nos dijiste.

Volviste a bajar la mirada y cruzaste el semáforo. -Adiós, nos dijiste.

Nuestra amiga común me agarró del brazo y me arrastro hasta el bar, hablándome no se qué sobre el regalo común de un niño que cumplía años,  pero aún pude girar la cabeza para ver como te marchabas colocándote el bolso sobre el hombro y apretando los brazos. Espero que sonriendo.

No hay comentarios: