Seguimos

domingo, 13 de mayo de 2012

Despertares

A veces, tenemos suerte, y entre las miles de hermosas páginas que encontramos a diario, hay una frase, una imagen...alguien que nos transmite "ese plus de emoción" que es necesario para que salte la chispa mágica...

El otro día encontré esta foto en el precioso tumblr de lolalmazan un espacio lleno de belleza y sensibilidad, absolutamente recomendable. (ver)


Las sensaciones que nos transmitió esta foto, nos han llevado de la mano, a escribir este cuento...

Despertares.

(Suspiro)
Uno... dos... tres... contar despacio, un viejo truco que siempre me ha servido, desde que era una niña.
Cuando pensaba que había monstruos debajo de mi cama, esperando que me durmiera para torturarme o llevarme al infierno con ellos, contar aliviaba mi angustia, cuatro... cinco... seis... y así hasta mil. Concentrar mi mente en la secuencia, me ayudaba a espantar los miedos y a ahuyentar esos fantasmas que se aprovechan de los corazones temerosos o heridos, como el mío.
Uno... dos... tres... ahora vuelvo a contar, despacio, pero esta vez son tus lágrimas. Esas que no veo, que prefiero ignorar, las que caen por tu rostro enterrado en mi cuello y resbalan por mi espalda curvada y desnuda. Esa misma espalda que tanto ansió el calor de tu boca, de tu lengua, de las yemas de tus dedos. Los números me ayudan de nuevo a distanciarme, a no pensar. Cierro los ojos y me concentro en ellos, cuento despacio.

Cientocatorce. Llevas un rato llorando, abatido, pero esta vez no funcionará. No.

Doscientosveintitres, esta vez me he prometido que será la última. Intuyo que por eso lloras tan desconsolado, tu también te has dado cuenta. Atrás queda nuestra complicidad concupiscente.
Siento el calor de tu mano en mi espalda. Se ha quedado quieta, inmóvil, vencida por la obstinación de mi vestido, que se ha negado a caer, a pesar de tus esfuerzos. La noto crispada, tensa. Agarrada a la tela que no quiere ceder, como un naufrago se aferra al madero que le puede salvar la vida.
Ya no lloras pero sigo notando tus labios sobre mi pelo, tu respiración agitada, tu desconsuelo y yo sigo contando. Tengo infinitos números para contar, en cambio tú (lo sé) no tienes tanta paciencia.
Cuatrocientosochentayseis. Si pudieras ver ahora mi mano derecha relajada, ausente, serena. No, sé que no te fijarás. Quizá, si la observaras bien, te darías cuenta de que ésta vez es la última, la definitiva. Ya nunca permitiré que vuelvas a llorar, a suplicarme que te perdone, a pedir otra oportunidad.

Sí, es cierto, llevo tu collar. Aquel que me regalaste en los buenos viejos tiempos, cuando aún te veneraba, cuando sucumbía incesantemente a tu placer y a tu antojo. Nuestro símbolo secreto, me decías. Pero ya no te servirá de nada. Es más, me lo voy a quedar. Pienso lucirlo orgullosa como símbolo de mi capacidad de entrega y de renuncia, absoluta.

Seiscientosnoventaydos. Hace más de treinta números que te has ido, extenuado, derrotado y rendido. Sin decir nada, en silencio te has marchado de la habitación y de mi vida. No estoy contenta, pero sí liberada, no me habías dejado otra elección. En realidad te marchaste hace mucho tiempo, sólo que a veces, tonta de mí, creía que volvías para quererme y no sólo para utilizarme. Seguirás vivo en mí memoria, pero no como tu esperabas. Novecientosquince.

He dejado de contar. Ya no hay monstruos que me acechan. Ya no tengo miedo, soy libre. No sé que pasará a partir de ahora, pero pase lo que pase, lo afrontaré yo sola, sin miedos. Y si no es así, tengo claro que siempre puedo volver a empezar: uno, dos, tres...

(Gracias Lola,  por ayudarme a despertar).


Comentarios:

esaotra dijo

Qué bonito y qué triste y qué cercano y qué todo a la vez. Me ha encantado.

No hay comentarios: