Ella tiene ganas de dejarse llevar, de romper la rutina y la
soledad que siente instalada en su corazón desde hace tiempo, así que
sube las escaleras con paso decidido, recordando su última llamada:
- La próxima vez que nos veamos tienes que recordar una cosa y
olvidar otra. Debes venir sin ropa interior y traer una venda en el
bolso, un pañuelo servirá.
Sonríe recordando la conversación y la emoción. Las mariposas que
sentía en el estómago al escuchar sus instrucciones. Pero, a la vez,
piensa en porqué le ha escogido, entre muchos, a él. Ella cree,
realmente, que pueden ayudarse mutuamente a sobrellevar el tedio de los
compromisos adquiridos, el grave peso de la vida cotidiana, pero sin
preguntas, sin ataduras, solo porque ellos quieren hacerlo. Ahora. Ese
es el pacto, sin preguntas, sin reproches. Saben que nunca, ninguno de
los dos, poseerá del otro más de lo que se quieran entregar en cada uno
de los instantes que puedan arrebatarles a sus otras vidas.
Las sensaciones que tiene cuando está a su lado, tan distintas del
polvo semanal prefijado, los ruidos, los roces, el olor, se ven
amplificados por la excitación, por las ganas de jugar... No es una
aventura al uso, los dos son conscientes de que solo tienen este
momento, el tiempo presente. No tuvieron pasado y seguramente no tendrán
un futuro para poderse aburrir el uno del otro.
Así que piensa lo que le dirá en cuanto lo tenga delante. En cuanto
él haya comprobado que ha seguido las instrucciones, metiendo una mano
debajo de la falda, acariciando su piel delicadamente
-Dame el móvil y los apagaremos juntos. Esta tarde es nuestra y
debemos, estamos obligados, a hacerla inolvidable... ¿te atreves a
soñarla conmigo?
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