A veces, muy pocas en la vida, tenemos la suerte de encontrarnos con "La Verdad"
Es una mujer, caprichosa y voluble, pero implacable. Que si tenemos esa
suerte, se nos presenta desnuda y terrible. No quiere ni necesita de
artificios, ni adornos, para sentirse plenamente hermosa.
El solo hecho de poderla contemplar así, en su mas descarnada esencia es capaz de aturdir y marear nuestros sentidos.
Los seres humanos, vamos recogiendo con el paso del tiempo un montón
de pequeñas mentiras, trucos y excusas para huir de su desnuda presencia
y abrigarnos contra el viento del Norte. En el fondo sabemos que si se
cruza en nuestro camino, bastarán dos preguntas salidas de sus hermosos
labios, para destrozar todas esas barreras y defensas que inocentes,
vamos acumulando, para que nos abrigen y escondan.
Pero entonces, cuando y donde menos lo esperamos nos la encontramos
en mitad del camino y en su mano lleva su espejo mágico, que es capaz de
enseñarnos la realidad de como somos. Así reflejados en su espejo, sin
nuestra capa de mentiras, la mayor parte de las veces, nos vemos
pequeños y torpes. Ya que, en el fondo, sabemos que la verdad (con
mayusculas) muy pocas veces es agradable.
Entonces bastarán dos preguntas para que toda la precaria cabaña que a
lo largo de los años hayas construido con trocitos de mentiras y
pedazos de excusas, se venga abajo y nos deje, en pelotas y solos frente
al gélido viento del Norte.
Y duele. Duelen las preguntas, duele quien las hace, y duele (sobre
todo) que, aunque quiero pensar que se hacen sin mala intención, ella no
se para nunca a pensar la cantidad de dolor que puede provocar con sus
preguntas.
Tan solo hay dos mujeres con las cuales no me gusta enfrentarme: la
verdad y la muerte. Pero ambas, inevitablemente, aparecen en nuestro
camino, (en el de todos), tarde o temprano.
Hoy sopla el viento del Norte. Por el encuentro y por lo que he podido ver, al otro lado del espejo.
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