Esta noche estoy sentado de espaldas a la entrada del bar de Chico,
al fondo de la barra en uno de los pequeños reservados y puedo
escucharla entrar, antes de verla acercarse observando su reflejo en los
espejos de la barra. El ruido de sus tacones resonando decididos sobre
el viejo suelo de madera, no presagiaba nada bueno.
Cuando se paró a mi lado supe que aquella noche, hiciera lo que
hiciese, yo era la presa que ella había elegido. Bajo la luz tenue de
las viejas lámparas pude observar que fuera llovía porque su abrigo
goteaba ligeramente. Siguiendo el rastro del agua mi mirada se fijó en
la piel negra brillante de unos preciosos zapatos de tacón, subió
lentamente disfrutando de la perfección de sus piernas siguiendo la raya
que discurría por la parte trasera de sus medias negras y se detuvo en
esas caderas que siempre fueron promesa de noches eternas.
Ella seguía de pie a mi lado, los pies bien plantados en el suelo, su
abrigo goteando, esperando paciente a que levantara poco a poco la
cabeza buscando ascender hasta su pecho. Mientras dejaba que su perfume
removiera los recuerdos, tuve que parar un instante abrumado por tanta
belleza ceñida en ese pequeño y elegante vestido negro que tan bien
conocía. Pero ella sabía que lo mejor estaba por llegar y esperó hasta
que la miré a la cara, buscando sus labios absolutamente rojos,
bebiéndome su mirada...
Cuando vi cómo me observaba, al adivinar la intención que dormía en
el fondo de esos ojos negros, supe sin lugar a dudas que mi suerte
estaba echada. Desde aquel momento, reflejarme en el abismo oscuro de
sus pupilas sería lo mejor y lo más peligroso que haría nunca. Así que
una vez tomada la decisión, cogí la copa, la apure de un trago, me
levanté y cogiendo el peligro por la cintura salimos del bar en busca de
nuestro destino.
Desde la barra Chico sonreía al vernos pasar...
Inspirado por @rutims
Photo vía 0ololao0
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