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domingo, 5 de enero de 2014

Un lugar en el mundo.

Desde siempre, he tenido un sueño. Uno de esos grandes, que se intuyen casi imposibles de conseguir, de los que siempre te acompañan y que, en los malos tiempos, son como aquella luz que divisas a lo lejos en el bosque... como quien dice: la última esperanza a la que poder agarrarse.

Siempre he mantenido la ilusión, he soñado que algún día encontraría ese lugar en el mundo a donde siempre puedes volver. Ese rincón donde sabes que, por muy lejos que te hayas ido, siempre podrás regresar para descansar después de la tormenta; desde donde puedes disfrutar de las mejores puestas de sol; donde compartir esos momentos especiales con la gente que de verdad te quiere y te aprecia, sin prisas pero con la nevera eternamente llena de lo necesario para alimentar ese cariño, esa amistad, ese amor.

Durante mucho tiempo, soñé con una casa en medio del monte al final de un camino de tierra, pero cerca del mar. Donde no importara lo alto que pusiéramos la música o lo largas que fueran las noches, ya que no podríamos molestar a los vecinos. Con un gran porche donde disfrutar de las veladas de verano y una chimenea para dejar fuera el frío del invierno o ese otro, terrible, que se aferra a los corazones heridos.

Sin lujos, sencilla. Blanco en las paredes, azul en las ventanas y cemento en el suelo. Con muchos colchones hinchables por si las visitas, grandes armarios llenos de mantas, toallas y velas, una terraza donde tomar baños de sol o de luna con estrellas y un paellero, donde disfrutar cocinando para todos. En el patio, una sombra de cañizo y en el camino de entrada una higuera. Algunos olivos y un gran pino en la parte de detrás.

Un sitio donde sobren los zapatos y que siempre me mantuviera anclado, una brújula que supiera donde está mi norte y donde mis amigos tuvieran la certeza que, por muy mal que se dieran las cosas, jamás se apagaría la bombilla sobre la entrada, señalando el camino hacia un refugio seguro...
Pero el tiempo me ha enseñado que también todo eso es innecesario... y, a la vez creo que me ha mostrado ese lugar soñado, siempre abierto y accesible a todos con quien de verdad, tengo algo que compartir. Está eternamente abierto, tiene la luz siempre encendida. Es fresco en verano y caliente en invierno, sea cual sea la fecha del año en la que quieras visitarlo.

Es tu casa, viajero; es tu refugio soñadora; es el hogar construido con mimo y paciencia. Con la inconsciencia de la intuición. Paso a paso, imagen a imagen, letra a letra.
Bienvenidos amigos, a mi universo digital, mi casa en la nube, mi castillo inexpugnable. Mi mejor yo. Que es todo tuyo.

Se bienvenido al llegar y ve con todas las bendiciones al partir. Nadie te dirá nada ni te pedirá nada (ni siquiera explicaciones), estés el tiempo que estés.
Cada una de las personas con las que me he tropezado hasta ahora en estos enormes y frágiles universos digitales, ha dejado su recuerdo (un dibujo, una sonrisa, una emoción, una idea, unas letras...) que son los ladrillos y el cemento con los que están construidas las paredes invisibles, pero firmes, de esta vuestra casa, nuestro refugio.
Bienvenidos.
Bienhallados.
Gracias por compartir este tiempo que nos ha tocado del viaje.
Gracias por leer.

  

Comentarios:

Teresa Santomil dijo

Aunque nunca comento me gusta leerte... lo hago siempre.
Saludos
 

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