- Espera, no cierres, por favor!!!
El grito llega justo a tiempo. Pongo la mano en la célula fotoeléctrica y las puertas del ascensor vuelven a abrirse.
-
Gracias - me dice una sofocada desconocida-. Creía que no llegaba, no
es fácil correr con taconazos y esta falda tan estrecha...
Estrecho si. De pronto la caja del ascensor se convierte en un
espacio muy pequeño. Ella no es muy alta, uno sesenta y algo, más o
menos. Morena, melena rizada, vestido negro con la falda por la rodilla,
taconazos y medias negras. Un pañuelo tapando estratégicamente su
generoso escote; labios rojos y sensuales, manos pequeñas con las uñas
cuidadas y pintadas del mismo color que los labios. Unos discretos
pendientes, un bolso de marca y un buen reloj completan su atuendo.
- ¡Oye! - Su voz me devuelve a la realidad después de la radiografía - ¿Estas sordo? ¿Me puedes decir a que piso vas, por favor?
Está muy guapa con el ceño fruncido, pero su gesto de enfado me sugiere que conteste rápidamente.
- Discúlpame, no te había oido. Voy al último piso - le contesto
educadamente, esperando que no se me haya notado mucho el rápido repaso
que le he dado a su aspecto.
- Menos mal que has despertado... - me
contesta, mirándome de reojo y con cara de pensar que, seguramente estoy
un poco atontado, lo cual me provoca una media sonrisa.
Ella pulsa el botón del último piso de la Torre: el 65, y me da,
orgullosa, la espalda dejándome sin saberlo que acabe de componer
completa, su imagen. El ascensor cierra las puertas y empezamos a subir los dos solos
hasta el último piso de la torre más alta de la ciudad. Ella sigue de
espaldas mirando fijamente las paredes de cristal muy concentrada en su
enfado. De pronto se gira y me pregunta a bocajarro:
- Oye... Porqué las paredes son de cristaaaaaaaallllllllll????
Un grito inhumano ha salido de su garganta, cortando la pregunta que
estaba haciéndome. Parece mentira que un cuerpo tan menudo pueda tener
esa potencia vocal - pienso - ¡Me ha dejado sordo!. Y eso no es todo, de
un salto se ha agarrado a mi brazo y está clavándome las uñas con todas
sus ganas.
- Auuuuu! - Ahora soy yo el que grita, pero parece que mi grito no le afecta lo más mínimo - ¿Pero que te pasa?
- Ascensor. Cristal. Subir... ¡Vértigo! - acierta a gritarme, mirándome fijamente aterrorizada.
Miro a mi alrededor y entonces la entiendo: el ascensor va por la
planta tres y desde ese piso hasta el 65 es exterior. Un minúsculo
prisma de cristal subiendo lentamente pensado para que se puedan admirar
las vistas de la ciudad. Una delicia para cualquier persona... salvo
que sufra de vértigo.
- ¿No sabias que era un ascensor panorámico? - le pregunto, a la vez
que aprovecho para acercarme un poco más a su cuerpo, que tiembla como
una hoja - Se construyó precisamente para eso, para disfrutar del
paisaje. Precisamente ahora al atardecer, es cuando las vistas son más
bonitas. Mira - le sugiero.
- No. Por favor - me ruega, mientras entierra su cara en mi pecho -
no me hagas mirar. Sufro de vértigo y para mi es horrorosa esta
situación. ¿Por qué piso vamos? - me pregunta mirándome directamente. Y
puedo ver el terror pintado en el fondo de sus preciosos ojos verdes
- Piso 10 - contesto. Y se estremece. - Todavía faltan más de 50 pero
todo está bien - le digo intentando transmitirle seguridad. A la vez
que le paso mi brazo libre por encima del hombro, quedando así
estrechamente abrazados y puedo comprobar que huele muy, muy bien. -
Venga mujer, tranquila, que este ascensor es completamente seguro. Lo sé
bien, porque es un diseño mio.
Al escucharme decir eso, sus ojos se convierten en dos estrechas ranuras que destilan un inmenso odio hacia mi persona, me temo.
- No se puede decir que sepas como tranquilizar a una chica en estas
situaciones - me contesta con voz enfadada - al subir a este odioso
ascensor me has parecido un pelín atontado y ahora, en medio de un
ataque de pánico, ¿solo se te ocurre decirme que esta trampa mortal, la
has diseñado tú?... te estás cubriendo de gloria chaval.
- Pero, lo he conseguido ¿Ves? - le contesto sonriendo. Sin soltarla
del abrazo, claro. Me gusta sentir su calor. Al acercarse tanto, al
estrecharse contra mí la profundidad de su escote ha adquirido
dimensiones verdaderamente peligrosas... Un abismo tentador que me
encantaría explorar despacio. Puedo notar su respiración agitada contra
mi pecho y eso me excita todavía un poco más. Mi mano libre ha recorrido
su espalda, suavemente, notando los finos tirantes de su ropa interior.
Son dos hilos finos, lo que me lleva a imaginar puntillas delicadas y
sutiles... y eso sigue excitándome un poco más. Me temo que de un
momento a otro y dada la cercanía de nuestros cuerpos va a ser imposible
disimular mi incipiente erección. Y este ascensor panorámico no se
caracteriza por su rapidez...
- ¿Qué has conseguido? - me replica, todavía enfadada pero un poco
más interesada. Ha relajado la presión sobre mi brazo, sin embargo sigue
muy cerca y no rechaza mi estrecho abrazo. Me mira fijamente, muy
seria. Y esta preciosa, tentadora.
- He conseguido distraer, un poco, tu atención y hemos avanzado hasta
el piso quince. Al volcar toda esa ira sobre mi te has relajado y has
olvidado tu problema. Ahora me miras de otra forma, creo que ya no te
parezco tan atontado. He captado tu atención y, a partir de ahora,
quiero que te relajes y te concentres solo en mi voz - mientras le
cuento eso, mi mano ha ido bajando estratégicamente por su espalda hacia
territorios más emocionantes...
- Vale. Si. Es cierto... Pero como no quites de inmediato tu mano de
mi culo, por mucho vértigo que tenga, la hostia que te vas a llevar va a
hacer temblar este ascensor. ¡Listillo!.
- Ja, ja,ja... - su mirada furiosa y el tono de sus palabras me han
hecho reír, y subir la mano. Pero no he relajado el abrazo - De acuerdo
me has pillado, pero tan solo era para distraerte otra vez. ¿No te das
cuenta?, cada vez que consigo distraerte, han pasado varios pisos...
Sus ojos me dicen que no está segura de si lo que le estoy contando
es una milonga o si, efectivamente, mis trucos funcionan. Ya vamos casi
por la mitad del camino y quizá el darse cuenta de ese detalle le ayuda a
relajarse un poco.
- Bueno - admite a regañadientes - quizá tengas razón. Y que esto del
vértigo tan solo necesite distracción para que lleguemos arriba, pero
como se te ocurra...
No la he dejado terminar. Para reñirme con convicción ha tenido que
mirar hacia arriba, a la cara directamente y no he podido resistirme...
Tan solo he tenido que bajar un poco la cara, sus labios son suaves y
tentadores. El primer beso es un poco brusco, pero poco a poco se va
relajando, sorprendentemente no me ha rechazado, más bien todo lo
contrario, y me deja hacer. Me la he jugado a una carta y me ha salido
el as. Estaba tan cerca, tan frágil y tentadora, que no tenía
elección... Me separo un poco y veo que ha cerrado los ojos.
- ¡Funciona! - le digo suavemente - Ves como mi...
- ¡Cállate y
bésame, tonto! - Me replica, rápidamente, sin abrir los ojos. Acercando
su cuerpo al mío un poco más - necesito distraerme. Me gusta como besas y
como hueles...
Sus deseos son órdenes, pienso, mientras la estrecho un poco más
entre mis brazos, notando como su cuerpo se relaja poco a poco, beso a
beso... Sus brazos me han rodeado el cuello y una pierna se mete entre
las mías subiendo lentamente. A estas alturas (nunca mejor dicho) mi
erección es más que considerable e inevitablemente, su rodilla roza mi
parte más sensible... y compruebo como es capaz de sonreír mientras me
besa.
- Puedo comprobar que no te afecta el mal de altura - me dice
mientras me mordisquea el labio inferior, sonriendo traviesa - me gusta
lo que noto a través del pantalón.
- A mi me encanta lo que noto a través de tu falda - le contesto, acariciando su espléndido trasero.
-
Al final va a resultar interesante este viaje - me replica, susurrando
mientras muerde suavemente mi oreja y me acaricia la nuca.
- ¿También vas a la fiesta? - le pregunto, bajando mis labios por su cuello, en dirección sur, hacia su escote.
-
Si. Pero, recuerda que debes mantenerme distraída. ¿Cuántos pisos
quedan? - pregunta, mirándome fijamente a los ojos comprobando mi
reacción, mientras libera mi brazo y con la palma de su mano, me
acaricia por encima del pantalón, mientras echa ligeramente el cuello
hacia detrás aceptando mis besos explorando su escote.
- Piso 40. ¿Ves? Mi táctica funciona - le digo acariciando su pecho por encima de la tela del vestido.
- Y la mía, también. No queda nada para llegar, ¿verdad?...
-
Muy poco -le contesto. Justo antes de coger su nuca y atraer sus labios
otra vez hacia los míos dispuesto a ponernos azules por la falta de
oxigeno. Un beso de los de película, que ella se esmera en replicar. Las
lenguas buscándose en una danza frenética. Los dientes aplicándose en
mezclar placer con la dosis justa de dolor.
Su cuerpo reacciona de manera involuntaria, me aprieta contra el
cristal del ascensor, su sexo contra el mió. La respiración cada vez más
acelerada y el ascensor casi llegando a su destino. De repente, ella se
aparta, volviéndome a coger del brazo para no caer. Me mira muy seria y
se inclina. Por un instante se suelta de mi, se mete la mano por debajo
de la falda y empieza a estirar moviendo las caderas. Un pequeño tanga
negro, asoma por el borde inferior de su falda. Piso 58. Levanta un pie,
luego el otro. Y me pone el minúsculo trozo de tela delante de la cara.
- ¿Lo ves? - me pregunta sonriendo maliciosa. Mientras me abraza
fuerte de nuevo. No puede ver a su alrededor y se concentra en mirarme
fijamente a los ojos.
- Casi no. Es muy pequeño y de un precioso
encaje. - le contesto sorprendido, mientras de reojo miro el panel de
control: piso 60.
- Muy gracioso - replica con un mohín - toma - me
dice muy seria, mientras mete el tanga en el bolsillo de mi americana -
al terminar la fiesta, te espero en la puerta del ascensor, ya que te
necesito para volver a bajar. Pero dado que te gusta jugar, he pensado
que voy a jugar un poco contigo.
Me vas a ver en la fiesta, pero te prohíbo acercarte, o soy capaz de
bajar andando. Me podrás mirar, me escucharás reír, olerás mi perfume.
Cuando estés distraído, pasare cerca para recordarte con el movimiento
de mis caderas que te estoy esperando mojada, excitada, y no llevo
nada... - y mientras se me insinúa, coge mi mano y la acerca a su sexo
por encima de la tela - vas a sufrir durante toda la fiesta sabiendo lo
que sabes pero sin poder tocarme - me dice antes de soltar mi mano.
Piso 65. ¡Pling¡. La campanilla nos avisa de que el ascensor ha
llegado al final del trayecto. Justo antes de que se abran las puertas
del ascensor, ella me acaricia suavemente la mejilla, empujando mi
mandíbula inferior con un dedo para ayudarme a cerrar la boca. Se alisa
la falda y en unos de esos movimientos tan femeninos se atusa el pelo y
recoge su bolso del suelo. Suelta mi brazo y justo antes de salir, se gira un instante para ponerse la mano en el culo y decirme:
- Empieza el juego. Recuerda cual es el premio... ¡Hasta luego listillo!.
Al abrirse las puertas, la música, el humo y el ruido de la fiesta
inundan el pequeño cubo de cristal. Ella sale rápidamente, antes de que
entren dos parejas en el ascensor.
- ¿Vas a bajar? - me preguntan.
- ¿Eh?, no, no. Quiero salir, por
favor - les contesto distraído, mientras meto la mano en el bolsillo de
la americana rozando el delicado encaje, acariciándolo, enredando el
dedo en el hilo, como si fuese un amuleto y salgo justo un segundo antes
de que se empiecen a cerrar las puertas.
Todo lo que sube, tiene que bajar - me digo a mi mismo en voz baja,
mientras, al fondo del pasillo, puedo observar un precioso culo que se
aleja, insinuante, hacia la fiesta...
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